Cuando nos referimos al entrenamiento en categorías de formación, hablamos no sólo de poner los medios necesarios a disposición del jugador para que mejore en las capacidades y habilidades deportivas, sino también de contribuir a la formación integral del deportista como persona. Como entrenadores, organizamos nuestro trabajo teniendo en cuenta algunos aspectos que condicionan nuestro ‘modelo de entrenamiento’. Citaríamos en este caso algunos factores relacionados con los jugadores (edad, desarrollo psicomotor, nivel de práctica...) y otros con el entorno (recursos personales y materiales, características del club, relaciones con los padres...) Para ello elaboramos una planificación de los contenidos físicos y técnicos, pero es necesario también organizar y programar los contenidos de carácter táctico, además de para transmitir un mayor conocimiento sobre el juego, porque son aquellos que requerirán un mayor trabajo del componente cognitivo por parte del jugador y, por lo tanto, estaremos ayudando a la formación integral del deportista joven.
Sin entrar en vicisitudes terminológicas sobre definiciones y conceptos, podemos acordar la dificultad para separar la técnica de la táctica. Podemos entender la táctica como la forma en la cual los jugadores y los equipos gestionan los momentos del juego con un objetivo concreto y la técnica como aquellos recursos del jugador para llevar a cabo los conceptos tácticos en función del contexto de juego. No obstante, todas las acciones que realiza un jugador implican tres procesos cognitivos básicos:
- la percepción o ‘input’ de información (extracción de la información relevante del entorno).
- la decisión o solución mental del problema (selección de la mejor solución posible).
- la ejecución o solución motriz (realización práctica del modelo mental).
Todos ellos con una elevada implicación táctica. Muchos de los errores que se cometen durante el juego tienen explicación en el fallo de alguno o varios de esos procesos.
Debemos intentar entonces que el jugador evidencie inteligencia táctica y para ello surge la necesidad de plantear situaciones similares a aquello que se pretende que los jugadores sean capaces de interpretar, global, sectorial e individualmente, derivados de los comportamientos característicos del modelo de juego. Y debemos, por tanto, orientar el entrenamiento hacia el desarrollo de un pensamiento táctico. Como estamos haciendo referencia aquí al entrenamiento en categorías de formación, es importante intentar que los jugadores jóvenes adquieran el mayor bagaje técnico-táctico posible para que puedan dar respuesta a la mayor cantidad de problemas que se le puedan presentar en el futuro, con un entrenador determinado y dentro de un modelo de juego concreto.
¿Cómo podemos estructurar entonces los conceptos tácticos? La mejor respuesta a esta pregunta es organizar los conceptos y los contenidos desde lo más global a lo más concreto, de lo más sencillo a lo más complejo, de forma que queden ordenados en una progresión lógica.
En primer lugar, se trabajan los objetivos principales del juego para cada fase, aquello que debemos hacer cuando tenemos el balón o no lo tenemos: en ataque hablamos de conservación de la posesión del balón, progresión y finalización y en defensa, de recuperación de la posesión del balón, impedir la progresión del ataque adversario y la defensa de la portería.
Posteriormente, se definen las fases del juego. Es decir, lo que ocurre en el desarrollo del proceso ofensivo y defensivo desde que se inicia hasta que concluye:
Ataque | Defensa |
---|---|
Inicio del juego. | Impedir el inicio del juego. |
Construcción o progresión del juego. | Impedir la construcción del juego. |
Finalización. | Defender la portería (impedir la finalización). |
Más adelante, se tienen en cuenta los principios fundamentales del juego, comunes para las fases ofensiva y defensiva, entendidos como los fundamentos que orientan la actividad de los jugadores en el contexto de juego. Lo más importante es intentar crear superioridad numérica en la zona de disputa del balón. Si esto no se consigue, habría que evitar la igualdad numérica, pero en todo caso se debe impedir la inferioridad numérica.
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